Una vez en bodega, las uvas son sometidas a una maceración en frío durante 15 días, con el objetivo de extraer aromas primarios y conservar la frescura del fruto. Posteriormente, el mosto fermenta en barricas de roble francés, lo que aporta estructura y complejidad. Finalizada la fermentación alcohólica, el vino permanece en contacto con las pieles durante 90 días, lo que permite una maceración prolongada que aporta cuerpo, taninos suaves y el característico color ámbar profundo de los vinos naranjos.